martes, 23 de junio de 2009

Ejercicio 1

El sueño del colibrí
Martes 23 de junio

Tengo entendido que ésta, noche de San Juan cuando las aguas reciben a los cuerpos nocturnos, es la noche más corta del año. Hace apenas horas se produjo la más larga, la que da la bienvenida al verano a pesar de que en el trópico hace ya tiempo que el verano ha sacado la lengua.
Noche es noche. Es júbilo y tristezas calladas. Alegrías a veces fugaces como las apariciones del colibrí, y ya se sabe que el ave diminuta es, más que ave, inapresable flor viva que vuela y asombra.
Desde niño me enloquecen los colibríes y aun puedo pasar horas muertas inamovible en el balcón o dentro de mi estudio espiando aquel que todas las mañanas busca vida en la flor.
Los colibríes conforman la poca magia que todavía nos queda en un mundo incalificable con sus virtudes y sus maldiciones.
Muchas veces me pregunto ¿cómo, de qué manera se inventó al colibrí?
Pero realmente no quiero saberlo.
Es mejor el misterio que envuelve a lo sagrado.
Saberlo sería morir, quedar apresado entre las patas del ángel, disminuirse o renunciar a la gloria mezquina e intransferible que ha sido concedida a los mortales.
Retrocediendo, tratando de poner las cosas en orden, renunciando a la magia del azar, es hora ya de ir al balcón o de esclavizarme en el alféizar no vaya a ser que venga el colibrí y yo me lo pierda.