miércoles, 30 de septiembre de 2009

Las miradas fugaces 23




Anthony Quenn y Melina Mercouri

Hubo nostalgia. Remembranzas fueron cuando, sin proponérmelo, mientras hurgaba en la Red, encontré el alucinante final de Zorba el Griego, cuando Anthony Quinn baila tan famosa danza y empiezan a aparecer los créditos del filme. No recuerdo realmente por qué llegué a ese portal, pero tengo aun viva la emoción que sentí mirando el video de mi muy querida Melina Mercouri, con el mismo cigarrillo que ¿la llevó a la muerte? en un hospital de New York me parece que en el año 1990. Melina cantaba y bailaba con esa gracia indescriptible el tema de Nunca en domingo.
En esta noche de miércoles, vísperas del feriado de la virgen de Las Mercedes, cuando, torturado por la falta de fluido eléctrico, escribo en mi estudio, todavía me engrifo rememorando a esa Melina Mercouri tan llena de vida, hermosa, bailando el tema de Nunca en domingo, a pesar de que cuando la película salió yo era realmente un niño.
Ese día, llevado por la nostalgia, recordé el Nathalie de los Hermanos Arriagada, que es punto de referencia de nuestra guerra de abril de 1965, y ya a propósito, busqué los temas musicales de El graduado, Taxi Driver, Gritos y susurros, La vida íntima de un estudiante, El verano del 42, Al maestro con cariño, El último tango en Paris, etc., etc. Estaba yo mezclado con todos esos recuerdos, que fueron martillándome, hasta que la tarde se me escapó sin darme cuenta en este mismo estudio en el que muchas veces he regresado a otros tiempos como aquellos memorables en mi Villa Juana del alma, donde me hice hombre de manos con la poesía. Hablo de aquella Villa Juana, la otra, la que ya apenas existe en la memoria de unos cuantos entre los que me cuento, no de la Villa Juana de ahora, porque a pesar del esfuerzo de algunos el vicio y la corrupción, en todas sus vertientes, han alcanzado ya una expresión sin precedentes.
Soy de Villa Juana (patria chica de la bachata, aunque no me gusta para nada) y cuando el presidente Joaquín Balaguer, dentro de su vasto programa de construcción –que fue la característica principal de sus décadas de gobierno- empezó a construir lo que ha querido continuar un ilustre hijo de Villa Juana, el doctor Leonel Fernández, actual presidente de la República, escribí un largo texto de poesía que, en su momento, llamé La tristísima destrucción de Villa Juana.
Quede claro que la obra del doctor Balaguer no tiene precedentes y él, desde su solemne dignidad, sigue siendo el muerto no enterrado, Aquél, el único cadáver que tiene guardaespaldas allá en el Cristo Redentor. ¡Cosas veredes, Sancho!
Es miércoles, como he dicho, vísperas del asueto de la virgen de Las Mercedes (y también del más fatídico golpe de Estado, que nos hizo retroceder décadas enteras, allá, en el año 1963) –y probablemente de un asueto que podría ser hasta el lunes porque en este país se hace lo que llamamos “puente”, es decir, si el jueves es feriado nos perdemos y no aparecemos hasta el lunes. Es parte de nuestra “cultura”.
Mientras, doy fe de mi piel apegada a la memoria de Melina Mercouri, de todo lo que he sentido en estos días, cuando el calor ha sido más terrible que nunca y las distancias se han vuelto incalculables.