jueves, 2 de abril de 2009

Sandro, los poetas no mueren jamás


Sandro de América, nuestro Elvis Presley, el poeta que con su canto de amor y desamor todavía vive en la voz y el alma de millones de hispanoamericanos, atraviesa en estos momentos por una terrible realidad como consecuencia de la irreversible estela de daños que la adicción al cigarrillo produce al ser humano.
El corazón que tanto amor sintió requiere ahora un sustituto, y lo mismo sucede con los pulmones que el humo y la nicotina devastaron.
Yo que fui un fumador empedernido y que apenas puedo subir las escaleras de mi casa, he sentido en carne propio las consecuencias de una irracionalidad, una locura a la que nos entregamos desde la juventud.
Inmediatamente uno empieza con esa práctica tan nociva, va dejando en múltiples zonas del cuerpo daños realmente irreversibles.
Las enfermedades producidas por tan mortal hábito van en crecimiento alarmante y a su nómina de muertes sin respetar edades ni condición social, se suman diariamente cifras muy significativas.
Es doloroso ver como el cigarrillo va diezmando vidas útiles de seres inteligentes y laboriosos, honrados y socialmente responsables; pero tan irresponsables con nuestras propias vidas y con quienes realmente nos necesitan.
Son los hijos que quedan huérfanos, las viudas y los verdaderos amigos quienes experimentan el dolor de esas pérdidas, y de nada ha valido, en ningún país del mundo, reiterar las advertencias de las consecuencias del mal hábito.
Una tarde, mientras estaba encerrado en mi estudio, entre humaredas asesinas, sentí asco y pena de mí, de mi aliento, de mis ropas, de mis manos, las mismas que acarician y escriben para celebrar la vida, porque realmente apestaba.
Hacía ya tiempo que, cuando subía las escaleras de mi casa, me sentía impotente y llegaba a la puerta asfixiándome, hasta que una noche en que yo fumaba sentado en el balcón, mi hijo menor se acercó y me dejó caer, como balde de agua fría, como puñalada necesaria o como sentencia de un inapelable desafío, mirándome a la cara, dijo:
-No sigas fumando, papi; no quiero quedarme sin papá-.
Algunos años han pasado y ahora mi niño asoma a los nueve. El sabor y el hedor de la nicotina han desaparecido, y de alguna manera mi salud ha mejorado. Me siento comprometido conmigo y con mi familia, y mi hijo es el mejor vigilante. Jamás he vuelto ni pienso fumar, y me entristece mucho cuando pienso en lo que le sucede a Sandro en tiempos en que son necesarios repertorios tan vitales como los suyos.
Sandro es un poeta y un magnífico intérprete que ha escrito verdaderas joyas musicales como Quiero llenarme de ti, París ante ti, Las manos, Penumbras, Una muchacha y una guitarra, etc.
Ojala el destino pueda levantarlo de donde ahora está y que él pueda rebasar esa desgracia tan dolorosa.
Los poetas nunca mueren, sobre todo los del calibre de Sandro, nuestro Elvis Presley, el muchacho de América, el hombre-energía que, como muy pocos, ha sabido cantarle al amor y llegar al alma de los enamorados..

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