miércoles, 11 de noviembre de 2009

Sin tetas no hay paraíso (Las miradas fugaces 24)


La novela del colombiano Gustavo Bolívar Moreno como literatura no es gran cosa ni nada del otro mundo, pero indiscutiblemente es un best seller en toda América Latina, y en España ha alcanzado numerosas ediciones.
El tema es magnífico:
A sus trece años, Catalina empezó a asociar la prosperidad de las niñas de su barrio con el tamaño de las tetas. Pues quienes las tenían pequeñas, como ella, tenían que resignarse a vivir en medio de las necesidades y a estudiar o trabajar de meseras en algún restaurante de la ciudad. En cambio, quienes las tenían grandes como Yésica o Paola, se paseaban orondas por la vida, en lujosas camionetas, vestidas con trajes costosos y efectuando compras suntuosas que terminaron haciéndola agonizar de envidia. Por eso se propuso, como única meta en su vida, conseguir, a como diera lugar y cometiendo todo tipo de errores, el dinero para mandarse a implantar un par de tetas de silicona, capaces de no caber en las manos abiertas de hombre alguno. Pero nunca pensó que, contrario a lo que ella creía, sus soñadas prótesis no se iban a convertir en el cielo de su felicidad y en el instrumento de su enriquecimiento sino, en su tragedia personal y su infierno.
Los hechos que narra la novela parecen surrealistas pero corresponden a una realidad gemela con las que ha revelado recientemente Las Prepago, el libro donde Carolina Duarte (madame Rochy), una vieja maipiola disfrazada de relacionista pública, servía de intermediaria entre actrices, reinas de belleza, modelos y muchachas de la televisión que vendían sus encantos a narcotraficantes, empresarios, políticos, ministros y militares sin el menor pudor.
Las confesiones de madame Rochy han estremecido, pero no sorprendido, a la sociedad colombiana.
Jorge Franco Ramos (un escritor brillante y de verdad) publicó hace algunos años una novela corta pero extraordinaria, Rosario Tijeras, en la que desnuda el pandemónium del narcotráfico. Después hizo lo mismo, pero con menos fortuna y magia aunque más espesor, el español Arturo Pérez Reverte con La reina del sur.
Lo que se dice en esas obras es realmente insignificante en comparación con la realidad de ese submundo, donde todo tiene precio y es mejor ser ciego, sordo y mudo.
La novela no está para revelar verdades, pues para eso están el periódico y los informativos. La novela tiene que inventar sus verdades y hacer de la ficción algo más real que la propia realidad.
Entre esos libros que he citado me deleita mucho la gracia, la técnica y la poesía de Rosario Tijeras, en su totalidad. Jorge Franco Ramos es un escritor de pies a cabeza y sabe cómo se escribe una buena novela.
Las prepago tiene el sabor de la crónica y el chisme, el aura del misterio que se ha perdido y el de la novedad de lo que se ha sospechado.
No es prensa rosa ni del corazón, es que estamos llegando a donde íbamos.
Quien no lo crea que le pregunte a la bella Sobeyda Cara de Ángel.

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