sábado, 27 de diciembre de 2008

Bésame, bésame mucho….


Bésame,
bésame los ojos y el pecho,
bésame los muslos,
besa el cadáver de mis noches,
vigila tú el instante en que mis manos te pueblan sin tocarte;
ten piedad, impía, ten piedad, une a los míos tus labios
y bésame entre ruinas invisibles
bajo el cielo enorme de la ciudad en vigilia
bésame rencorosa, con murmullos al oído.

Bésame como cuando mis amigos, ya muertos
y distantes, se embriagaban de mar y brisas tibias,
aquí tendida, fresca junto a mis muslos suaves,
puéblame con tu risa,
lléname con tu piel de húmeda fragancia,
con tus ojos de prado sobre el viento
bésame de madrugada sobre el pasto
en las colinas donde la noche húmeda ya empieza.

Bésame como cuando éramos humildes
y contábamos estrellas haciendo dibujos en la arena.

Yo bebo el rocío de tus senos, bebo noche y luz
donde existe el navío y la ciudad es vuelo.
Música bebo en tus caderas,
murmullos y distancias conmovidas.
Ámame con besos de lluvia y de lucero.
Estoy en tus muslos como muchacho ciego
que persigue una paloma,
como potro salvaje, pálida luz sobre mis llagas,
tristeza que canta en unos ojos que se.fueron.


Bebo en tus muslos, amanezco en tus miradas,
en tus labios me demoro algún instante.
Ven, bésame, tu cuerpo de sombra
erguido en mi huerto descansa,
dame tus besos como lágrimas calladas,
languidez de astros, brazo de niebla.
¿Quién puede tocar lo que mi voz no alcanza?

Arrojo mis palabras
a orillas del silencio donde existo.
Derramado en tus párpados el día canta sensitivo,
brasa de pasiones escarlatas.
Yo habito la noche como tú habitas mis ojos,
habito el día en sus dimensiones más íntimas
como un distraído comerciante su sombra habita
sin tibieza.
Habito tu cuerpo, la ausencia donde estoy
ya.jubilado.

Habítame en octubre, noviembre o diciembre.
Deja en mí tu sombra congelada, tu sombra
que me inventa, tus bromas...
Abrázame con tu nostalgia, con tus manos
que han nacido conmigo en el poniente.
Concédeme las voraces llamas de tus labios,
la nube de sílabas donde se prolonga tu blancura:
follaje de besos húmedos y tibios,
llamas vaporosas, soledad de astros
distantes y perplejos.
Muchachas que he soñado,
en vuestros ojos canta el mar ligero
como las cabelleras que tocamos con tristeza:
enrojecido solsticio, cenizas de mi sombra enjaulada,
me demoro en el sexo enlluviecido:
existo más allá del instante en que te llamo.

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