domingo, 2 de noviembre de 2008

El hombre deshabitado

Reverente homenaje a la memoria eterna
de Franklin Mieses Burgos,amigo
y maestro inolvidable.



Muchachas que en algún lugar de mi vida detenidas.
(están,
Llamas del pasado, piedras vivas del presente,
Rostros que en el polvo aún se mueven y encienden
Sus lámparas, unas en la mano, otras en la memoria
Bellos cuerpos amados, nombres que recuerdo
(con íntima nostalgia,
('Calles donde he podido envejecer y que se han ido
(apagando,
Estatua de los vientos, redondo grano de anís:

Dejemos al recuerdo las pasiones, salgamos
(de la niebla perseguida
Recogiendo las penas que nos dejan,
(las lágrimas que caen:
La primavera ha llegado con sus lanzas:
Destruyamos el presente.
La playa, el mar y las estrellas aún tienen el brillo
Que vuestros ojos dejaron, más no los míos.
Ya no habrá música de viento en la pradera:
La fatiga nos vence, nuestras energías disminuyen.
Mis amigos de entonces, que no están junto a nosotros,
Eran muchachos jóvenes que amaban el café al atardecer.
Cantaban y escribían sobre glicinas amarillas,
Algunos alcohólicos y otros pederastas.
Si queremos el verso, decían, debemos oír la realidad.
Muchachos con dentadura postiza a quienes
(el mar entristecía,
Qué horror y qué desdicha no tener ya tiempo,
Ver que somos el polvo prometido.
El tiempo cae
Como masa compacta, como badajo, el tiempo
Que a sí mismo se destruye comiéndose las hojas :
El viento del sur le llena las manos de rocío.
Grandes espacios desde donde la tierra nos llama
Van abriéndose: alguien nos espera en vano
(al final de algún pasillo.
Nuestras voces eran hermosas como ébano.
Nuestros cuerpos como espigas cálidos.
Tantas cosas ignorábamos.
Nada sabíamos de pólvora ni estruendo, de cadáveres
Aullando junto al alba.

¿Quién podrá calmar esta tristeza?
¿Quién recogerá las lágrimas vertidas por nosotros?
Nada sabíamos del fuego ni del grito.
Cada uno a muerte condenado
Podía crecer con su nostalgia.
¿Quién podrá con tanto olvido y tanto amor?
Cenizas hay que en mí no llevo.
En estas calles
Pálidas y tristes, ¿quién nuestros pasos ha de borrar?
¿Quién nos conocerá si no dejamos frutos?
Astro desolado el día. Viento que escuece la piel
Y en las menudas palabras ciudades edifica.
Cada gesto es un mundo, una misma palabra universal,
Un navío ahogándose en los ojos. Promontorio
(delante de nosotros.
¿Quién podrá viajar hacia el olvido que somos?
Dejaremos al viento las palabras.

El tiempo cruel está pasando, ¿quién lo recogerá?
Nuestro círculo es ambiguo y complejas nuestras culpas.

Sentí que estaba naciendo y era la memoria de esos días
Que me rodeaba, me cercaba como a un reo perseguido.
Muchachas que alguna vez se juntaron con mi vida,
Pálidos amigos que en las madrugadas me han acompañado:
Ya no tienen mis manos contacto con la niebla,
El día ya no canta entre mis párpados, la noche
No es la música que ayer enloquecía.
Me pesa el tiempo y mi cuerpo, sombra que reposa,
Es un lugar deshabitado.


Pero ¿qué persiguen nuestras almas mirando hacia
(el pasado?
¿Quién no ha tenido la muerte como sortija entre
(las manos?
Oh niños con quienes he sido tierno y generoso,
A quienes di juguete y pan, los años se han comido
(mi voz.
Sueños ya no tengo, no rueda el agua dócil por mis
(músculos Ni de otros espero como ayer la redención.
El mundo me ha entregado sus dolores, la soledad
Va comiéndose mis labios, la palabra no es un río
(como ayer, Cuando el amor levantaba multitudes como espadas
Ha construido en mí sus poblaciones la tristeza,
Me va llenando de ausencias y gestos que no entiendo
Y como puñales en vigilia sus ojos a los míos penetran.

Nos arrojó la luna hacia el Ozama, cenizas somos
Que nos piensan sin mentirnos, muerte que llama
(seduciendo.
Trémulas estrellas brillan en el rocío de los tréboles,
Dianas presurosas que sucumben si son para nosotros.
Nubes verdes e inmóviles cubren de la memoria,e l velo,
Sobre un pasto adormecido, y en el humo
Las manos que me hacen eterno si me tocan
Claman por la reconciliación de los contrarios.
Inmortal soy cuando me miras.
Entre los árboles, Como pájaro veloz en su desolación,
La brisa mi libertad contiene: una mano en paz y en amor contrito
Envuelta en la belleza de una mirada, tan parecida al sílice
Se ha dormido igual que un rito.


La mano habla con el ojo en lugares públicos.
El viento lee documentos en el cesto y los eucaliptos
Se hunden en el sexo de sal legítima de las muchachas.

Vientos de todas las ciudades confluyen en mi voz,
Vibraciones que arden y en el ritmo persiguen un solsticio
Ascienden descalzas, vaporosas por un cuerpo:
Cantan como las nubes y las mareas.
'
Esta primavera grita en los labios disímiles
De una mujer condenada al patíbulo
Y en la punta de los lápices su húmeda canción
Es un rescoldo acuoso para enterrar la luna.
Húmeda también es la mano como pieza de ajedrez
Erguida entre sandías y seduce y tiene el gesto
De una muchacha provinciana.
Esta primavera es sollozo que dibuja un lago
(en la escritura,
Cruje en mis huesos como antaño, se acuna
En el cielo nublado de mis párpados, triste como
(un anciano

Que padece el tiempo en un jardín.
Primavera cruel y absoluta, débil sombra
En los ojos de un cráneo destrozado,
Entre escombros y soledades donde la luz es tímida.
Flores que mueren bajo el sol cuando la súplica es
(mandato,
Tibia, parecida a un cuerpo joven recién salido de
(la in unitud
Como violín adormecido: aristócrata arruinado alejánuose
(del polvo desdeñoso
O abriendo hacia el día sus ventanas.

Esta primavera que percibo ya es memoria.
Los ojos que una presencia devoran
Transfiguran oscuras verdades en las manos.
Su callada música es agua y campanas con destellos
Cuando la luz se muere en el cuello de cisne de los lirios,
Música y verdor parecen percibir estrellas desoladas.
Espectros que condecoran pájaros y deidades y en lo
(absoluto se conjugan:
En lo eterno sus apagadas lámparas destruyen
(soledades.
Sobre el hueco de la cisterna alguien sus pasos equivoca.
Debajo, la primavera tiene un ritmo de agua dulce
Y cabellos que suscitan constelaciones deshojadas,
Ritmos de inclemente cascabel: es bóveda
Donde cabe la noche interminable.
¿Quién dirá que entre las calles de tu nombre
No hay un río, constelado y azul como tus lágrimas?
Oh vientos oh mares: nuestras voces reunidas os claman,
Oh templos que ha diseñado la razón.
Nuestro tiempo era dulce como un fruto, como
(la piel de ciertas jóvenes.
Y mis hijos, pobres muchachos ahora tan lejanos,
Jugaban corriendo por la casa, mientras la madre
Planchaba nostalgias y desolaciones en el cuarto.
Amores que el celo y el rencor han destruido,
Rápidas nubes grises, días que las pequeñas miserias

(arruinaron,
Amores que en el polvo aún son tibios,
Lágrimas que dicen más que las palabras:
Muchos son los cuerpos que vinieron a este lecho
A buscar la paz eterna que no hallaron,
Los labios que, besando, dijeron que me amaban
Y, después, en otros labios paz buscaron;
Prostitutas que a mi vida amaron y que amé,
Multitudes que se hundieron en la sombra perezosa
De un abismo, en la luz cómplice y obstinada de los amaneceres,
Nuestras culpas y errores,
¿Dónde estarán ahora, a qué distancia de la rigidez
O la cordura, en qué lugar del desvarío?
Nuestras lágrimas son agua rencorosa, cicatrices N
o tenemos sino heridas abiertas que aún sangran.
Y las contradicciones que nos alejaban
A muchos distancian todavía.
Edificamos en el viento, sembramos en la arena,
Nuestros ídolos tenían pies de barro y eran de algodón
(o de papel
Con voces que se desvanecían en el aire,

Cuando salíamos a ver la lluvia entristecidos­
las muchachas que entraban al cinematógrafo
Con jeans y espejuelos ahumados.
En verano el mar, sus escombros y la llama dulce del amor
Cubriendo de eternidades el deseo, llenándonos
(de aire y luz.
La sombra que cantaba y el aullido espantando
(a los pájaros.
Pétreas ciudades que en nuestras predicciones ardieron
Llenábanse de peces y estruendos
Y nuestras pasiones saltaban, como demonios.
Ya ni las raíces nos quedan, desarraigados estamos
Mirando en la noche situaciones convulsas y barcos
(alejándose.
Ya no somos sino sombra de la sombra que fuimos.

El deseo germinaba, árboles que habían sembrado
Jóvenes combatientes florecían En honor a sus memorias.
Tantos éramos entonces: Mateo, Enrique, Rafael, Tony, José, Héctor
y otros tantos que andarán
(quién sabe dónde.
Líquenes dorados, ¿dónde estábamos cuando una lluvia roja
Nos azotó y entre la pólvora y el grito nos llamaron? ¿Dónde estábamos?
Cerradas están las puertas, quietas
Las manos que cantaron con ímpetu asombroso
Y débiles las voces que se levantaron en la arcilla
Cuando el mar poblaba ojos y restaurantes.
Nuestras disculpas aún florecen sobre húmedas navajas
Porque no hemos aprendido a disponer nuestros instintos.

Arruinados amigos que viajaron conmigo, soledades
Crecidas desde una misma circunstancia,
Indómitos días crueles y erosionados,
Perlas que en la mirada se nos hunden como puñales,
Ya con el ceño fruncido, ¿hacia dónde nuestros
(pasos nos dirigen?

Inasibles, los días se desprenden.
El hombre deshabitado que aún somos
No es sino la suma de sus actos y de éstos la ceniza.
Y enmudecemos.
Entendimos que las hermosas palabras
No abren para el hombre los caminos,
Columnas de una luz que se destroza:
Hueso roído, himno que rueda entre las hojas,
Piedra que nos mira desde su forma transparente,
Chapoteo de sílabas desnudas, hálito y rumores
Callados como encendidos pensamientos
Jardín enjambre de esculpidas palabras,
Ahora que sólo sollozamos somos
cobarde silencio que se ahoga y soledad destruida
Que recordamos a muchos que no están:
¿Caerán al agua mis palabras?
El hombre deshabitado que hemos sido y somos,
El tiempo que somos, la semilla que en mi voz
Crea el mundo sonoro del deseo,
Rito que ha instalado la simiente, ciegas gotas
Que sólo cayendo en el vacío hallar pueden su razón
(de ser,
Líquidos pensamientos, hábiles muchachos,
Jadeo de sombras que en la sombra se buscan sin tocarse,
Corona de espumas donde un terrible viento multitudes
(ha creado,
Nuestras culpas de entonces son las mismas de ahora
Y dentro del viento viajan como entristecidas espumas,
Rumor de estrellas, eternidad que danzando aúlla
En la perenne soberbia de algún demonio crecido en
(soledades,
Nuestras promesas -himno y memoria- son las mismas
Y nudos los errores cada vez más tibios y crecientes,
Inagotables, petrificados por los años,
Dioses que el viento ha decidido invocar, cálidas
Ternuras ya pasadas, muertas
ilusiones, Mis días son los días del comienzo
Donde la pena crecía como pez en un acuario y luna
(muy íntima.

Oh días que han sido como el error de haber nacido,
¿Quién podrá construir el ataúd a tantas horas? ¿A qué muro asirme?
No es la simiente lo que canta en nosotros
Sino los años que han pasado, sino el espanto
Y sobre el viento el silencio ha levantado
Estatua de agua y duro cedro para proteger la dicha.
Nuestras voces reunidas preguntan:
¿Dónde estarán Enrique, Adolfo, Jaime, Niño? Polín, Héctor y Chela, ¿dónde estarán? ¿Qué habrá sido de Julián o Rafael?
¿Estarán bajo la lluvia apresurados o jugando A las cartas en el patio, si todavía existe?
Dejemos esta música tan triste, pues mis ojos
(van nublándose.
¿Podrán tomar la medida de la muerte que nos vive?
El sur es en mi voz un cielo que solloza
No existen los límites ni los días pasados han pasado,
El tiempo ha corroído hasta los muros,
Olas de la concordia, nuestros brazos se hunden,
El agua murmura y en las estaciones crea nudos
(como símbolos
Y deja un triste sabor a eternidad.
Quemaremos los días por venir y echaremos la ceniza
(a las palomas.
Miedo tengo de los años y sus despojos de viento
(compartido,
Del tiempo que en el agua yo he bebido: follaje
(de semillas transparentes.
Isla que se hunden, flautas quiméricas, inexplicables
(como nubes.



Y los ríos que corren por mis venas, las tórtolas,
Oh mis contemporáneos
Mirando los vapores del cenit contra el asfalto reciente
Para nosotros la lluvia cae de forma horizontal
Y entristecidos, como los niños cuando pierden
(a sus padres,
Nuestros pasos persiguen la quietud de las almas
Que en pena vagan por aguas del Leteo.
En los balcones, donde habíamos sembrado (la semilla del júbilo,
La risa era la luz y tu mirada.
Colgando de la tarde, alguien lee un diario.
Los vapores del café ascienden.
La música es roja
Y entre los dedos se escabulle como cetáceo.
Bombillas tibias y abiertas en los ojos de los condenados
Sobre el río se multiplican en estos días pálidos
En que hasta el viento es húmedo.


¿Quién dirá que entre las calles de tu sombra
No hay un río, constelado y azul como tus lágrimas?
La tarde fresca como una mujer desnuda
Oquedades abre en el temblor de los tréboles
Y escapa.
En el ruido callado de las hojas cuando caen
Oigo el paso de algunos amigos que están muertos,
En las gotas de éter azulado con el que alguien
(festeja una presencia.
Expulsemos todo esto que nos hace envejecer,
Este miedo al miedo de morir entristecidos.
Quedaron en la bruma pasiones y desdichas,
Cabelleras que amamos con ternura y voces crecidas
(junto al vino.
¿Qué hacíamos cuando saliste bulliciosa de un navío?
¿Qué decían los mares y los cipreses brillantes? ¿Qué decíamos?

Ya no se encienden las pasiones ni en el pasto cae
(la ortig:r Humo de la luz y la memoria.
Ya cerca de tí,
No existe el asombro como ayer.
Oh Dios
Inútiles llaves que he perdido
Como la música me buscan,
Aún están vivas sus imágenes muertas
En los espejos y en la desolación de los patios
Se detienen.
Y cuando vuelva la primavera, si es que vuelve,
Cuando haya pasado irreverente sobre nuestras vidas,
¿Hacia dónde irán nuestros deseos, qué dirán las
(sombras que seremos?
Desoladas están las calles que pobló nuestro verbo
Y todo va apagándose, sin excepción. Se apagarán también nuestras miradas, la voz Que enloquecía de repente...
Un atardecer nos reuniremos en el patio
Y diremos las palabras de este tiempo,
Manuel, Nany, Elizabeth, Antonio, Adalgisa...

Tendrá sentido haber vivido, haber dicho que sólo
Las cosas que amamos son eternas.


Tendrá sentido entonces la palabra.

Hablaremos de Historia y de Martí, de Barcelona (y sus paseos.

Tendremos libros, obras de arte, poemas de Eluard (para ser vividos
Y habrá que escuchar esas canciones.
Todo es ausencia en este tímido crepúsculo.
Primero Fue el bullicio, luego el agua y nuestras vidas cantando.

No quiero ser vacío que retumba ni soledad que aúlla,
No quiero ser la retórica palabra que ya fuimos
Ni la pieza gastada

Más allá de la tierra que siempre nos reclama, más
Allá del ocaso y los cadáveres que el año va dejando,
Más allá de los depósitos dónde la niebla crea
(fantasmas,
Caerán nuestras ansias como ídolos que fueron,
( el zafiro
De tus ojos y la nuca discretamente perfumada.
Te desanudabas el cabello y el deseo ígneo crecía.
Pero el agua ha pasado sin apelación bajo los puentes:
Iconos oscuros nos presagian.

Y mientras descendemos, las sendas van muriendo,
Pierde la arboleda sus colores, no hay caminos posibles.
Era como si entre los pinos las consignas levantaran
Oraciones leves por los caídos de entonces. Oh espíritus
¿Cómo mitigar la sed de la memoria?
Puente del deseo las edades que en nosotros cohabitan,
Golpes sobre el fémur.

Quisimos ser lucero fugaz que en tus pechos se derrama.
Quise lavarte con aguas del Leteo, Lavar tus senos y tu sexo.

Sombras de antiguos compañeros que aún no sé dónde estarán,
Desolados espectros que se alejaban bifurcándose,
Nuestros pasos muertos, asediados como badajos,
Hálitos hallados en los cimientos en vigilia del Edén.


Y mientras teníamos días de lujo hasta sabernos inmortales,
Anclados en la abundancia, desvanecíanse las promesas
Y de un vano orgullo enloquecíamos: tenues cuerpos
(fúlgidos
Que Enriquillo soñaba sollozando en su balcón,
En la bruma del crepúsculo, entre cóleras humeantes.

Y mientras cruzábamos las plazas conversando
, Recién surgidas estrellas nos miraban, el cielo
(palidecía de súbito
Y las hojas crecían entre humaredas vaporosas
Hasta que terminábamos en alguna habitación.

Copas de vino tus senos, uvas los pezones tibios:
Tu cuerpo junto al mío inventando la desnudez para el amor.
Y cuando te desnudabas, se constelaban de súbito mis ojos
Y las perchas susurraban una música muy tierna.
Jadeabas destruyendo los obstáculos que en toda vida
(existen.
Salía volando la tristeza y los pájaros del insomnio
Obedecían a ti como arruinados corderos,
Huía la desolación y desaparecían los fantasmas.

El rocío que ascendía por tu cuerpo
Anudaba las posibilidades del día siguiente.
¿Quién, qué mortal diría que en tu desnudez
No había una magia tibia como tus besos?
Salían de tu pelo llorando de asombro las palomas
Y de tu sexo brotaban mariposas que llenaban
(el cuarto de colores.

Luego, hablábamos de Filosofía o discutíamos
Encendiendo cigarrillos, bromeábamos abrazados
Como gemelos huérfanos:
Era la primavera
Que ardía entre nosotros.

No ésta que nos encuentra con bastones y espejuelos
(en el lecho, La primavera recién cortada sobre el pasto
(y en tu cuerpo crecida,
La que no admitía discordias ni engañosas ternuras
(ni árboles caídos,
Sino el amor y el tacto sobre el tacto
Buscando condición humana en la tibieza.

La nacida en marzo (como tú) que todo lo sabía
Y llenaba el patio de mariposas y vivos colores
Y rosas que danzaban sin morirse en el agua gris
(de los aljibes,
Muchacha desprendida de algún sueño de amor
Que, como estrella, no admitía la lujuria ni el engaño,
Cantando está la noche entre tus piernas, la luz
(violeta sobre tu sexo.

La música de esta primavera es entre tus muslos
Camino que a la vida me conduce en la estación del júbilo.
Te llamo y me respondes.
Me miras callada aún siendo necesaria
Para construir esta otra primavera que aspiramos.

Calladas están las manos que habrán de construirla (con nosotros.
No queremos ser silencio, no ser la espada retórica
(que oprime
Ni ademán sonoro en el vacío, sino viento azul
Entre arrozales construyendo.

Mira mis manos llamarte entristecidas bajo la (sombra de tu nombre.

Nuestras piedras están sobre un albo pasto,
Nuestros amores han sido construidos sobre piedras
(preciosas bien pulidas
Y sostienen estatuas erguidas en la niebla.

Nuestros ojos son piedras preciosas como esta
(primavera,
Nuestras manos cántaros para recoger la vida
Y nuestras vidas ciudades edificadas sobre otras
(ciudades destruidas:

Nuestros pasos corceles que en otro tiempo murieron.
Cuando en un mercado de antigüedades te encontré
El agua púber danzaba en nuestros cuerpos, parecía
Haber bebido agua del Leteo y miraba con pena
(hacia el ocaso.
Entonces, me dije con Eluard: Esta primavera tiene la razón.

No hay comentarios: