lunes, 17 de noviembre de 2008

Si puedes tú con Dios hablar

Espérame en la lluvia,
si regreso…


REWIND

Aquel amor, aquellos cuerpos suaves de muchachas tristes,
frágiles,
ligeras...
aquéllas pieles húmedas, dóciles,
aquéllas manos tibias: señoras de rocío y porcelana,
aquel río constelado en mi hombro.
Este jadeo de sombras sin furor: mástil quebradizo,
Luz de música fascinante, rubor de estrella incontenible,
Pasajero de la noche, delfín tras el navío danzante:
Esta fascinante ausencia de ser,
tumulto de pájaros en celeste hechicería,
niebla vaporosa, tristeza de mar
que ha conocido la sed en el verano,
musgo de mis días, dactiles_fluyendo
como espadas de mis noches
minuciosamente tristes: flor de insomnio,
débiles vínculos de amor y, muerte
Oh fertilidades de noviembre sobre un pasto adormecido,
muchachas cuyos cuerpos he tocado!
Toda presencia es llama, destello:
abriendo muros de silencio.
Enciendan en mis manos las pasiones,
las cenizas de amores que se han ido,
las antorchas del deseo y el instinto.
Revélenme el secreto de la estrella
que en la arena deja huérfana su luz,
el lucero que en la piel es agua y río,
quimera llenando la ausencia donde existo.

Llena de inmensidades
cada semilla crece en mí.
El rumor del agua entierra voces,
contiene cuerpos leves,
pálidos musgoso júbilos del viento.



Contra el deseo incierto del crepúsculo
un golpe de olas me ha llamado.
Ciudades que existen por el humo
olvidan las promesas de aquel fuego,
las razones del instinto.

Tu cuerpo y la dulce tibieza de tus manos,
el lazo que en tu pelo era solsticio, llama
y leopardo: tu cabellera, río en mi casa derramado,
instante de estrella fugaz y, sin premura:
sortilegio del hechizo.

Aquellos muslos suaves, tibios en mis labios trémulos
todavía me hablan de un país distante
y de ciudades que cantan como el viento
anudado a los veleros,
aquellos labios dulces donde el mar
dejaba gestos pertinaces,
este deseo de sombras que conformo:
habitación donde me encuentro con el mundo
disfrazado de palabras,
gacelas consteladas y cardúmenes,
tímidas alondras perseguidas.

Manos que han tocado la núbil paz de un cuerpo
llevan lejos los bordes de mi mundo
hacía estivales catástrofes de insomnio.
Lugares donde hemos estado alguna vez
aúllan en nosotros, dejan sus linternas de agria luz.
Nombres que resuenan en la noche
fértiles como los amores y el rocío
devoran artesanías conyugales, piedras desprendidas,
te pueblan de vínculos y hablan como luciérnagas.

Nombres que vienen con sus lámparas,
prado y trébol, humaredas, gardenias
colgando de tus pechos:
brújulas de¡-navío en que me hundo.
En fin: nombres, cuerpos como diásporas
ardiendo entre mis manos
beben el agua ciega de mis ojos,
llamas de luz mojan sus sílabas, sollozan.

Inmóviles palabras me habrán dicho
que no vale la pena este silencio:
No se ahoga en el-agua aquel lucero.


Los hábitos comunes

PALABRAS PARA MAMA
DESDE UNA NOCHE DE INVIERNO SIN FONDO

Dejar la casa, madre,
después de tantos años, tantos deseos perdidos.
Saber que ya no volveremos a soñar juntos
en este balcón
desde donde he inventado la noche y el rocío.
Saber que Pedro, Antonio ni Ramón Andrés
traerán la primavera con sus risas
o que los alcatraces y golondrinas de este viernes
serán para otros ojos, otras manos débiles,
otros muchachos que como nosotros podrán atrapar entre sus manos un lucero, una gaviota constelada,
alguna estrella .fugaz en el solsticio.
Cambiar de casa -y en diciembre, madre-
dejar estos peldaños que conocen mis pasos de memoria
y los de mis amores consentidos
y los de aquellos hijos míos
que aquí dejaron sus primeras. palabras.
Dejar estos árboles, estas margaritas
que tus manos con tanto amor sembraron
para mis ojos tiernos, estas paredes, madre...
Durante más de veinte años he crecido en esta casa
donde con amor cuecías nuestros alimentos
en un sabio monólogo de sombras, desmemorias y boleros,
estas habitaciones que son espejos de mi vida
y de la tuya, madre...
Dejar la casa como se dejan sombras y palabras,
cabellos e inmuebles olvidados.
Más de veinte años viviendo en está casa,
soñando la vida sin pesares...


Aun estarán en aquella habitación
los tristes pasos lentos de mi abuelamadre,
pedazos de unos días que no podré reconstruir.
En mi pequeño cuarto estaré escribiendo
esta noche
como cuando tenía quince años,
mirando los astros junto al rumor del viento.
Talvez otro estará sentado bajo el mismo techo
donde yo escribía pensando en mis amores.

Allá estará el poema que mis ojos no escribieron
y una muchacha que se ahoga en luz de astros
dirá las palabras del instinto.

Cambiar de casa, madre, no es cambiar de traje...


Ahora que no tengo llaves
nadie me pregunta si almuerzo o si me baño,
si estoy triste o si vendrán los niños.
Nadie me pregunta...
Ahora que ni los maniquíes me dirigen la palabra,
penas como espadas de mi brotan, lirios
como días que sollozan...
Entristecido, musito unas palabras.

Ya no entrará aquel aire dulce por las persianas
abiertas, el verdor de los cipreses que yo amo.
Y estarán jugando en aquel barrio, entristecidos,
Ramón con su paciencia
y los niños que amando vi crecer desde un balcón.



LA MUSICA BROTA DE TUS OJOS

La música brota de tus ojos
y de tus pechos tenues emerge la pradera
vibrante, vaporosa, plena
como las circunstancias en que tu amor asumo.
Oscura, lívida te veo
tendida en la noche, abierta y sin reposo.
Por tus ojos cruzan los días que se han ido.
Te veo altísima y risueña en mi pobreza.
Vas caminando bajo una lluvia triste,
viene a mi el árbol que en tu viento es llama.
Termino en ti como lucero débil.
Tu estrella que en mí canta es ya nostalgia.
Llueven palabras de otros jóvenes,
Sombras furtivas llueven.
La mano incierta sobre tu cuerpo resbala.

En CARACAS, A LA MUCHACHA QUE CONOCI
EN LA ESTACION DEL METRO

No supe su nombre ni su estirpe.
Sólo conocí sus ojos y sus piernas.
Estaba erguida como un lucero
junto al color salobre de la tarde
mirando su silueta en mi corbata.
Todo el cielo crecía en sus ojos,
todo el mar, todo el campo en noviembre.
En su piel el mundo era un axioma,
tatuaje sobre el pecho donde sollozaba
alguna estrella anochecida,
pechos como los del colibrí.
Éramos la ausencia de un olvido.



FIESTA CEREMONIAL

Inventamos la noche
con sus mástiles delgados
y el viento triste en los almendros.
Inventamos la noche con su lluvia
y el dejo de nostalgia enloquecida.
He podido tocar estrellas en el viento,
constelaciones anochecidas en tus pechos.
En un balcón cercano también otro
inventaba la noche con sílabas de olvido.
En tus senos dormían nubes y madréporas,
pueblos insurrectos que no sabía si brotaban
del humo o de la lluvia
o de unos labios tristemente hermosos.
Inventamos la noche y el navío, el lucero
sobre tus pechos tibios...
Me llenabas de música y de prado...


JUBILOSO RUMOR

Delicadas manos jóvenes,
último cielo que se escapa
en el temblor tristísimo de tu piel,
la estrella huye del, jubiloso rumor,
inaccecible soledad que mis sentidos puebla.
Quiero aquí tu cintura, tus pechos constelados,
la hoja que en su brillo sostiene
alguna nube o río, escarabajo o musgo,
y es espejo sideral de la mañana.
Despierta en mí, sombra, luna fúlgida ligera sobre el césped.

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