lunes, 17 de noviembre de 2008

Radhamés Reyes-Vásquez visto por Don Víctor Villegas


RADHAMES REYES-VASQUEZ, UN DISIDENTE
Por Víctor Villegas


Conocer a Radhamés Reyes-Vásquez significa conocer su poesía. El temperamento y las realizaciones son correlativas y nadie consciente y voluntariamente puede separarlos. Como no es posible la colina sin el llano!
De sosegada mirada, andar tímido; de aparente auto­control como si se pensara único entre su piel, Radhamés Reyes-Vásquez es una disidencia característicamente crónica, no una mera actitud porque la disidencia es una rebelión del ser, aventada hasta la inconformidad sobre todo en los artistas, albergues preferidos del más elevado de los sentimientos, el amor, sea éste el que se autogenera en las profundidades de la fantasía y de la belleza, o aquel que nos llega de las cosas, aun las más inverosímiles, sudorosa superficie, desnudas calles, zapatos deshechos que aprisionan gritos o redondas campanadas.
Radhamés es un artista y un disidente y, en consecuen­cia, natural habitad de grandes dosis de inconformidad frente a una realidad imperfecta e incongruente, diseñada a imagen y semejanza de la naturaleza, no terminada en el supremo momento de su nacer doloroso y clara justifica­ción de sus ricos secretos que tanto limitan al hombre, pero que al mismo tiempo lo colman de lucidez para que los descubra y cese algún día su actitud inconforme.
Todo espíritu selecto siente los punzantes filos de esa realidad, el flagelo de la impotencia con que ella lo impresiona y lo atemoriza. Muchos son los casos de los que han sucumbido o por lo menos han presentido la cercanía del caos. Recuerdo las dolorosas expresiones del gran pintor israelí Marcel Janco, vanguardista y símbolo de la resistencia de su pueblo, en entrevista que se le hiciera; "me he propuesto toda la vida construir un mundo nuevo. Lamentablemente no veo el mañana" Como él, ¿Cuántos le precedieron con igual fatiga en el alma? Recordemos a Goethe, a Rimbaud, a Moiakovsky. ¿Y cuántos hoy padecen los efectos del mismo virus? Ah!, pero han existido siempre los que confían en que ese mundo nuevo se edificará porque el mañana no es más que el hoy, el presente, esto es el ser humano pensante a cada instante en su propia destrucción naciendo, ¡limita­damente transformándose.
Significativos creadores de la literatura dominicana amaron demasiado, pero no vislumbraron el mañana: Federico Bermúdez, Apolillar Perdomo, Ramón Cifré Navarro, Ramón Lacay Polanco; René del Risco Bermúdez, Juan Sánchez Lamouth. Todos sintieron el poder de la autogeneración y la autodestrucción, el eterno con­flicto, la contradicción entre ser uno y a1 al mismo tiempo negarse, arroparse en la individualidad o ser al mismo tiempo en los demás, vale decir, estar en el ámbito de lo negado pero también en el de las dimensiones secretas. Mas, ellos, sucumbieron en sus esferas emocionales puesto que no pudieron horadarles y saltar de nuevos a la luz de donde procedían.
Todos esos nombres de nuestras letras y los numero­sos con historias parecidas de las de otros países, tienen la misma talla, la misma medida, en sus temperamentos, ni una pulgada más ni una menos en el.tamaño de las emociones. Ninguno es ajeno al grito, a la exageración aún en los círculos de la mente donde la discreción es la materia inofensiva más codiciada; -ninguno es capaz de dosificar mínimamente de razón la libertad desenfrenada que cruza por sus cuerpos y desborda sus espíritus. Cada uno de estos caminos no conducen sino a una única e intransferible puerta, más allá dé la cual no hay nada.
Ellos son los absolutos, los poetas del amor absoluto, y como en todas partes, los grandes románticos. También Radhamés Reyes-Vásquez es un poeta del amor, medu­lar, casi enfermizo, sólo que no forma parte de la casta de los románticos de una viciosa y única línea, como aque­llos, porque, deslocaliza los temas; en especial el de su predilecta manera de ser y de actuar, dándoles categoría filosófica, universal, donde tantas ventanas abiertas reci­ben las claridades del mañana.
Así ha sido siempre Radhamés Reyes-Vásquez, a pesar de la modernidad del lenguaje y de la técnica de su poesía, y muy probablemente también, de los coqueteos que se ha permitido en ciertas ocasiones con esa otra parcela de la poesía, que se viste de obrera y de injusticias.
Desde su obra Las memorias del deseo hasta el pre­sente volumen Música total, absoluto amor, un solo hilo atraviesa sus textos: el sentimiento romántico del autor. Su lectura, si se la descuida, puede conducir a equívocos, a creer que se acerca a aquella puerta por donde la vida, la auténtica, no entra. Pero si percibe su esencia, su testimo­nio, toda concepción fatalista se desvanece tal como lo expresa en los siguientes fragmentos de poemas de su libro Las memorias del deseo:


Y debemos empezar.
Empezar qué?
¿El fin del mundo?
Sólo sé que atrás están mis viejos huesos,
mis no redimidas culpas, mis deudas
cuantiosas.
y
Cenizas de los muertos que en mí llevo.
Y más allá del espejo en que me hundo
un sonido creciendo
en lo inefable del vacío.
.
Y ¿qué es eso del comienzo?
¿Dónde está el comienzo?
Acabo en el principio.
…Estoy
Tratando como siempre de vencer
Humano
demasiado humano
miro los velámenes licuados .
¿Cómo esperar sobre un papel en blanco?
Empezar es concluir
Definirse
Ir teniendo conciencia del fracaso- ...
Porque perdí mi sueño peleando con el mundo.
Aun cuando los textos del nuevo volumen Música total, absoluto rumor se nos sugieran más cercanos a los primeros momentos de la explosión romántica, no por ello encuadran en el cataclismo emocional que hizo tradi­ción en el mundo, a cuya fuerza centrípeta no pudimos resistirnos, como lo demuestran la vida y la obra de muchos poetas dominicanos, entre ellos los mencionados anteriormente. Más bien podríamos arriesgar la aprecia­ción, salvando naturalmente las distancias estilísticas que la separan de Las memorias del deseo, de sus novedosos sonetos y de otras obras aún inéditas, que la poesía de este nuevo libro es la misma en toda la trayectoria de Radhamés Reyes-Vásquez, menos el atrevimiento de sus imáge­nes, excepto el que encontramos en la formidable imaginación-conmoción del poema Los hábitos comunes (Palabras para mamá desde una noche de invierno sin fondo); y que el deslumbramiento de la gran sustitución de lo caótico y lo imperfecto, es para él un hecho cercano porque es la vida misma, el mismo fenómeno de ser comienzo y fin a cada instante. En este predicamento el poeta nos dice:
Dejar la casa, madre,
Después de tantos años, tantos deseos
perdidos,
saber que ya no volveremos a soñar juntos
en este balcón
desde donde he inventado la noche y el
rocío.
………………………………………………………………………………………
Cambiar de casa –y en diciembre, madre-
Dejar estos peldaños que conocen mis pasos
de memoria
y los de mis amores consentidos
y los de aquellos hijos míos
que aquí dejaron sus primeras palabras.
Más de veinte años viviendo en esta casa,
Soñando la vida sin pesares…
Ese es el poeta Radhamés Reyes-Vásquez, un nombre, un alto exponente de las generaciones más jóvenes. Mientras más duro es su contorno más vibra con su canto. Recordemos que el canto del ruiseñor es más hermoso cuando va a .

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